domingo, 1 de diciembre de 2013

Se agua, my friend...



En Japón raramente uno está fuera del alcance del sonido del agua.

El agua borbotea a lo largo de los diques, baja por las montañas, y chapotea en las profundas piscinas de los baños exteriores. Un término genérico que denota el flujo de agua es Ryu. 

Esta es una palabra poética.

Ryuto es la práctica de hacer flotar linternas en un arrollo durante el festival de verano honrando a los muertos.

Un Ryusei es una estrella fugaz.

Por lo que es congruente, en una tierra donde el correr del agua es una expresión del lenguaje, que Ryu sea el kanji para representar el flujo de una tradición formal en todas las artes del Japón, incluyendo al bugei.

Antes del siglo quince, el combate en Japón era literalmente golpear y acertar o fallar. El éxito en el campo de batalla dependía de que un guerrero sobreviviera lo suficiente para evaluar y aprender de la experiencia personal. No fue hasta las contiendas a caballo de la era Meromachi (1300 – 1600) que los clanes guerreros comenzaron a organizar su habilidades profesionales, a pulir aquellas que fueran más efectivas y a transmitirlas a otros miembro del clan. Tal evolución permitió aprender de la experiencia acumulada de otros. Esto fue el inicio del Ryu marcial.

El Ryu marcial asumió una identidad distintiva basada en estrategias específicas que ellas adoptaran, particularmente las armas que eran favorecidas, o aun de los lugares geográficos de los individuos que las crearon.

Algunos Ryu fueron dominio exclusivo de un solo clan. 

Algunos enfocaron sus enseñanzas a la clase samurai más baja; otros se abocaron a educar a los altos oficiales. La currícula de unos Ryu estuvo limitada a la instrucción de una o dos armas pero la mayoría enseñó métodos para usar un gran número de armas diferentes. Aun no importando el tipo de curso o la amplitud de la instrucción, la forma de transmitir esas habilidades por medio de un Ryu fue y en aquellas aun existentes, es consistente. Estas tradiciones son pasadas de una generación a la siguiente, preservándola como una estructura viviente.

El Ryu no existe como una entidad autónoma. Sin un suministro estricto y amoroso, pronto se estancarían y evaporarían. Mantenerla viva, fresca y fluida, es responsabilidad de todos los bugeisha encargados de su cuidado.

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