domingo, 23 de febrero de 2014

TATSUJIN.-


Hoy comparto con vosotros la primera de las páginas de mi libro "FUDOSHIN, el comienzo de la Encrucijada", quién me diría que después de escribirlo, me tocaría vivir en las encrucijadas de la existencia, como todo Ser, y con profundo dolor; aplicando en práctica lo escrito.

“Para el Maestro del sable,
por encima de la gloria,
de la victoria e incluso
de la propia vida,
se halla la Espada de la Verdad;
de la verdad que él ha experimentado
y que le juzga”.

Para adentrarnos en el estudio de la vida y de la obra de los grandes maestros de la espada, y para comprender sus sagradas y redentoras enseñanzas, debemos tener en cuenta que sus textos, sus consejos, sus poemas, sus caligrafías, provienen directamente de un elevado estado de conciencia, de una experiencia trans-personal a todo punto intransferible por las palabras; de una “revelación” interior, de una iluminación. Son fruto de su ascetismo, de su desprendimiento del yo, de su rigor, de su sufrimiento, de su compasión, de su amor santo, de su “implacable lucidez”.

Estos hombres universales hicieron exactamente lo contrario de lo haría un hombre común: pusieron su cuerpo, su salud, su corazón, su arte, su inteligencia, su experiencia, su dolor, su energía, su amor, su ki, su genialidad, su iluminada compasión y su “visión”, al servicio de su alma y de su espíritu.

Y no tardaron en recibir como respuesta (pues el Universo es un mecanismo de reflejo) el inagotable tesoro de una sabiduría sobrenatural más allá de lo humano. Como los textos sagrados de los alquimistas, de los hermetistas, de los santos meditantes y de los sabios guías de la Humanidad, las enseñanzas de los grandes tatsujin (“hombres-espada”) proceden directamente de un estado expansivo (tal vez incluso “explosivo”) de despertar, de un mundo de luminiscencia en el alma que el cristianismo llama “Reino de los Cielos”, el hinduismo Brahma-loka, el “ Cielo Creador”, y en el Shinto “Takama-A-Hara”, el “mas allá”, el paraíso líbico de los dioses (kami) y de los inmortales taoístas (Lie-Sien-Chuan).

Esos no son, evidentemente, lugares físicos y tangibles, levitando sobre las nubes o allende de las estrellas, en los que solo los ignorantes y los fanáticos -que tan a menudo van de la mano pueden todavía creer-, sino exaltados estados de conciencia expandida, re-unificada con el origen, reabsorbida en la Unidad Esencial, en “lo que eramos antes de llegar a ser”, como rezan los Upanishads.

Es pues, desde un estado de meditación, de elevación de conciencia cercano a la exaltación espiritual, de humildad profunda, de gratitud sin reservas, de “anhelo de liberación en beneficio de todos los seres” (boddhichita), que debemos acercarnos a estas enseñanzas muy santas, desde una visión de vuelo de águila, de himalayista del alma, tal vez sentados y observando quietamente desde una lanzadera espacial o con una mente de astronauta de la evolución, precisamente la misma mente expandida, inclusiva y no-dual que llegaron a alcanzar esos grandes maestros.

No podemos hacer descender estas enseñanzas sagradas a nuestro nivel del mar mental, a incluso mas abajo todavía, sino elevarnos nosotros lo más alto posible, so pena de in-comprenderlas, de convertirlas también en material fungible, o a lo peor, en una nueva capa de metal para nuestra herrumbrosa armadura egótica....

JOSE M. MOSQUERA
FUDOSHIN; el comienzo de la Encrucijada 

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