En 1870, el Emperador Meiji abolió formalmente el feudalismo y al mismo tiempo, los celebres Samurai perdieron todas sus prerrogativas e incluso se les prohibió el llevar la katana (1875).
Estos, debieron abandonar su peinado típico, que consistía en llevar la parte anterior de la cabeza completamente rasurada, y los cabellos de la parte posterior recogidos sobre la nuca y anudados en un moño en lo alto de la cabeza (chonmage).
La mayor parte de los 400.000 a 500.000 Samurai que existían entonces en Japón se sometieron a los cambios.
EL VERDADERO ÚLTIMO SAMURAI
Takamori Saigo, con otros 40.000 Samurai, prefirieron morir y librar por su honor la última batalla desesperada. Armados voluntariamente sólo con su sable, lanzas y alabardas hicieron frente al nuevo ejercito de Emperador, equipado con armas modernas. Fue un último gesto de una forma de vida que desaparecía.
LOS ULTIMOS SAMURAI
Sin embargo un extraño hombre de veintitrés años de edad, de nombre Mitsuru Toyama, entró en escena tras el aplastamiento de la rebelión de Takamori Saigo. Toyama quería un país puro y duro.
Soñaba, bajo la influencia de ONISABURO DEHUCHI, con un Japón fiel a sus orígenes, a los Kami, y fiel a la veneración del Emperador. Rechazaba un régimen Imperial que se convirtiera en constitucional.
MITSURU TOYAMA, AUN COMO SAMURAI
Conspirador tanto como asceta, Mitsuru Toyama deseaba vengar la muerta de Takamori Saigo.
Al poco Toshimichi Okubo, Ministro del Interior, fue asesinado. De ahí en adelante, sólo reinaría el puro espíritu nipón. Los clanes militares, tomaron el poder y el 1 de Agosto de 1894, el Japón declaró la guerra a China. Luego desembarcaron en Corea, tomaron Port Arthur y penetraron en Manchuria.
Mitsuru Toyama se convirtió en el animador la gigantesca sociedad secreta denominada “Dragón Negro”.
De ahí en adelante los representantes de una coalición militar-nacionalista ocuparan los puestos clave del Estado. Los militares, instituidos en dictadura, se sintieron capaces de enfrentarse al mundo. Ni la inmensa China, ni los Estados Unidos les dio miedo alguno. Durante ocho años, hicieron participar a cada japonés del mito al que llamaron Gran Japón.
CON EL GRAN TAGORE
El Dai Nihon, es el periodo durante el cual los dirigentes nacionalistas creyeron en la dominación japonesa sobre toda Asia oriental y sobre Oceanía. Se adoctrinó al pueblo con teorías sobre su superioridad y su misión divina de liberar el Este de la dominación occidental.
Cuando el Japón fue a la guerra (ataque a Pearl Harbour ) en 1941, la casta de los Samurai había sido suprimida hacia setenta cuatro años. Pero el Bushido, el código del Samurai todavía fue preservado intacto por las familias del guerrero, y enseñado al cuerpo de oficiales del Ejército y Armada Imperial japonesa. El hecho de que el código no fuera incorporado de forma oficial en el ejército no lo invalidó, porque existió en su seno en un plano superior – como ideal, como fe, como credo, y una respuesta a las preguntas de la vida y de la muerte.
Esos oficiales llevaron a sus hombres al campo de batalla con un inigualable espíritu que asombró al mundo entero y aún hoy perdura su recuerdo.
Fueron esos oficiales y el código del Bushido, quienes hicieron adquirir a los soldados japoneses una reputación de ferocidad implacable en todas las batallas que libraron.
Los soldados bajo su mando fueron forzados hasta el agotamiento con un olvido total de los sentimientos humanos normales, y sus mandos les trataron con bárbara severidad. Estimularon sin piedad a sus hombres, hasta un punto intolerable para cualquier soldado aliado… ¡A veces parecía ir más allá del limite de la resistencia humana!.
“El dolor y la pena harán hombres de vosotros” era la consigna del soldado japonés.
Y aquellos hombres aceptaban todo esto con una obediencia sin vacilaciones. La sordidez, la falta de alimento y el castigo eran su vida de servicio.
El Ejercito y la Marina Imperial japonesa se estructuraron en torno a la palabra “ataque”. Las tropas japonesas al principio del último gran conflicto mundial basaron sus éxitos en las operaciones ofensivas. Hicieron de esta característica forma de luchar, algo más que una mera doctrina táctica: era una actitud profundamente arraigada en sus mentes.
Se evitaba la palabra “defensa” y los Jefes de Estado Mayor japonés preferían decir que “se protegería una posición para un avance”
La propaganda de Tokio, así como la de sus enemigos habló de hombres “inexpugnables, irreductibles, invulnerables” y al frente de estos soldados que dominaron Asia, se encontraban sus oficiales y… estos fueron los últimos “Samurai” en enfrentarse al enemigo con sus espadas…
CONTINUARÁ-
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