martes, 11 de marzo de 2014

Phurba.-


¡Que diferente es la noche en Mongolia.!

¡Que hermosas se ven las estrellas en las grandes llanuras, totalmente vacías!.

Ahí estaba, apartado de la civilización, en soledad, conviviendo con los nómadas, con los guerreros y sabios de esta parte del mundo.

Pude entrenar a un grupo de niños, que perfeccionaban sus técnicas de lucha.



Al terminar, sentado en la Ger, ensimismado en mis pensamientos, recibí la visita de mi Hermano, el Prìncipe Davanyam.

Ese tronco – dijo señalando el poste que equilibraba la tienda – representa la tierra y el cielo, el equilibro de la naturaleza.


El sonido del Morin Khur, llenaba el ambiente; acompasado, plañidero, triste... tal vez, -como ahora mismo se encuentra mi corazón-.

Cuenta la leyenda que Kuku Namjil era un pastor que fue obsequiado con un caballo alado. Gracias a él podía visitar todas las noches a su amada.



Pero para su desgracia, y la de su amante, una celosa mujer cortó las plumas largas de las alas del caballo, para que se cayeran desde lo alto e impedir así que fuera a cortejar a su pastorcilla.


Entonces, cuando Kuku empezó a ascender a los cielos, el caballo no pudo controlar el vuelo y cayeron ambos en el desierto. El caballo murió.

Perdido en el desierto, el pastor ya no pudo visitar nunca más a su pastora ni regresar a su casa.

Apenado, decidió entonces hacerse un violín con los huesos y pelos de su caballo, con el que le dedicaba tristes cantos y se convirtió en un bardo errante.

Pero el país se apareja a la estepa. 



Esa es la Mongolia de los nómadas, de los que han variado poco su estilo de vida desde el siglo XIII, cuando llegaron a su apogeo con Genghis Khan y gracias a sus caballos, en los que hacían de todo, incluso dormir. 

De los dos millones y medio largos de mongoles, más de la mitad todavía ejercen de nómadas con sus rebaños, total o parcialmente. La mayoría son rebaños de caballos y de yeguas, veneradas por la leche que producen. 

Y de ahí viene el queso, a veces duro como una suela, o el requesón dulce como un beso en el interior de una tienda de fieltro. 

Desde luego no hay vida real en Mongolia sin tomar un cuenco de airag, leche de yegua fermentada. El airag refresca y entona, y además no hay otra cosa. Es el único estimulante que podían conseguir los mongoles faltándoles cereales, patatas… algo que destilar. El poco alcohol del airag sube la moral en los largos silencios, que son lo peor de los inviernos de la estepa.


Yo, estaba entre ellos, sentado, profundamente perdido ante la inmensidad de un firmamento imponente. Aldo Colleoni, tenía frío,y avanzaba con una manta encima de sus hombros. 

¡Era todo tan primitivo, tan bello!.

Davanyam me enseñó, una Phurba (daga ritual).

Era de Genghis Khan, ¡ Cógela !. - la cogí – Es el arma de Vajrapani, y tu fuiste iniciado en esa divinidad. La de los guerreros, la del vacío y la fuerza.

Estas dagas son de extrema importancia para los maestros tibetanos y se realizaron en los templos antiguos. Contienen una aleación de "metal del cielo", hierro meteórico que se encuentra en las montañas y los campos. 



Era EL símbolo como JEFE DE LAS TRIBUS DE MONGOLIA.

- Quiero que duermas con ella, en la zona de tu cabeza, y que hagas todos tus rituales con esta daga, esta noche, practica tus ejercicios, con ella, imaginando enemigos invisibles.

Mañana es el día de la CEREMONIA, una representación de los CHAMANES MÁS IMPORTANTES, de MONGOLIA, viene a verte, a rendirte homenaje... Las banderas de los cuatro vientos estarán presentes.... 

Pero esta noche, debes practicar y meditar.... en tu GER.... Siente que formas parte del UNIVERSO...

CONTINUARÁ

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