Quien no se ha dejado seducir alguna vez por el relato de lo “sobrenatural”: espíritus de la naturaleza, el susurro de los elementos, animales fantásticos o de almas que trascendieron el umbral y vagan entre este mundo y el desconocido.
Con asombro, de niños; con detalles, audacia y el deseo de la experimentación, de jóvenes, y de adultos, incluso después de alguna que otra experiencia, el darse cuenta que lo antiguo se junta con lo moderno dejando una profunda huella, la que tal vez no vimos antes porqué la juventud tiene sus designios concretos y cada edad tiene que estar a lo que tiene que estar.
Cada vez estoy más convencida que antaño, el ser humano se fundía con el espíritu del mundo y su sabiduría que parecía perdida ahora con guiños nos mira para mostrarse ante el que sepa ver.
Precisamente es por eso que parece que los espíritus, elijan esconderse, de forma etérea para manifestarse a través de nuestros sentidos y a través de la intuición recordándonos lo que fuimos y para poder volver a ver hay que despertar.
A través del inconsciente colectivo parecen perdurar y vivir permitiendo tomar distintas formas y vestimentas ante los ojos de la era en la que los viven. “¿Tan dormidos hemos estado?”, me pregunto con frecuencia…..
La respuesta es un rotundo SÍ. Me inclino a pensar que el sueño es producto de una especie de veneno que ciertos humanos vierten sobre el alma de la mayoría de las personas para despojarlas de cualquier ilusión de pertenecer a algo mucho más elevado.
Es misión de los espíritus jugar con los efectos de ese veneno y como si quisieran acompañarle para vencerle y encerrarle toman forma en los sueños y contenido en los relatos.
¿Quién no tiene una historia de espíritus en la familia?
Cuanto más cuento las mías, más me cuentan los demás las suyas, aunque por lo asustados que nos ponemos (más ante lo que dirán de nosotros, que por su naturaleza incomprensible), se silencian.
Pero hay un nexo, como si de un permiso nos diéramos en el que solo las historias que por su espectacularidad o su carácter universal dejan el círculo cerrado familiar para convertirse en historias conocidas por todos.
Fantasmas y espíritus; los reconocemos, los acuñamos, los alimentamos con nuestra admiración y con nuestra invocación. Porqué antaño fueron personas como nosotros que vivieron historias parecidas y su mirada desde el mas allá nos alienta en la vida con ansias de trascender el otro mundo, cruzar el umbral y mirar desde allí lo que no comprendemos de aquí.
Nuestro espíritu, vinculado a través de lo etéreo, con tendencia a encontrarnos los unos con los otros, no a nuestras llamadas sino a nuestras necesidades. No hace falta que un espíritu se materialice, si los invocas acuden a ti en forma de solución, de pensamiento….. o en una imagen de eureka.
Convivimos los unos con los otros, forman parte de nuestra genealogía, de nuestro inconsciente individual, familiar y colectivo.
Mis fantasmas pueden ser los tuyos, aquellos héroes o heroínas que trascendieron lo humano, sus historias cargadas de sentimiento, iluminaban personalidades salidas de lo corriente. Sus gestas son alabadas y recordadas.
Por bien o por mal, los espíritus regresan a nosotros en forma de lamento, pesar, fortuna o alegría.
Se dejan percibir por los sentidos si estás dispuesto a escuchar y sentir.
Silvia Llonch Segarra.-
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