Caminé de noche, entre las sombras de mi alma.
Busqué la soledad del forajido que huye de sí mismo.
Mi boca conocía el regusto del fango entre los dientes. Y me arrastré suplicando al cielo que perdonara mi condena. ¡Cuánto pesaban mis cadenas!
Vagabundeando sin rumbo, el sol secó mis lágrimas, la lluvia lavó mis heridas, el viento curtió la piel de mi alma y la noche..., la noche borró para siempre mi sombra oscura
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