Un guerrero, un verdadero samurái, debe mantenerse puro, alejado de toda distracción de la vida cotidiana.
Cada uno de sus actos, de sus pensamientos y sentimientos deben de ceñirse al camino del guerrero.
Vive en meditación constante, centrado en el presente, aquí y ahora.
No tiene más compañía que la de su sagrada espada.
No tiene más seguro de vida que la de su propia habilidad manejando la espada.
La meditación, el entrenamiento y el combate son toda su vida.
Está preparado en todo momento para el combate.
Nunca comenzará una pelea, pero tampoco la rehuirá jamás.
Tampoco desea herir al adversario, pero si es necesario, lo hará por defender su propia vida.
Con la espada desenvainada, la mano no le temblará.
Será todo o nada, vida o muerte.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.