lunes, 23 de diciembre de 2013

DO.-


Desde que comencé con la práctica de las artes marciales, hay algo en lo que siempre ahondo. ¿Qué es lo que motiva al guerrero para hacerse más fuerte? Sé cuales son las vías, las técnicas para ello. He comentado acerca de ellas. Conozco el camino. Sin embargo, el por qué es distinto.

Los valores que han guiado mis actos han cambiado desde que empecé.

Al principio era curiosidad. La curiosidad se transformó en perfección. La perfección en devoción. La devoción... se multiplicó a causa de la ira. La ira se transformó en paz. La paz se unió a la devoción, y dio perseverancia. E

Entonces descubrí el amor, y la suma de todo aquello por lo que había pasado dio protección. Después volvió la soledad, el reencuentro con uno mismo, observando el reflejo de el pozo del TAO.

Las motivaciones que siempre han guiado mi mano han sido descubrirme a mi mismo mi verdadero potencial, conducidas por los valores que antes he mencionado. Pero ese potencial puede subrayarse, puede multiplicarse exponencialmente según el valor que le demos. En éste momento, y en prácticamente todos en mi vida, ese valor es el de proteger lo que quiero, por lo tanto, el amor es lo que me guía. Pero para proteger a los demás, primero es esencial poder protegerse a uno mismo.

Sólo he conocido un elemento tan poderoso como el amor para guiar nuestra fuerza más allá del límite. Es el odio. Y si, realmente es muy poderoso, y he tenido el placer y el dolor de conocerlo muy dentro de mí. Corrompe, te envuelve. Pero de esto ya hablaremos en otro momento.

La pregunta real es ésta: ¿Qué determinación tomar?

Seguir el camino del guerrero hasta llegar a ser el más fuerte conlleva sus contras. Si quiero seguir mi entrenamiento para llevarlo al límite, debo abandonar este lugar.

Necesito acudir a la cuna donde nacieron las artes que practico, y no es cerca. No es cosa de un mes. Pero es completamente necesario si quiero completar mi entrenamiento.

Por otro lado, la razón de hacerme fuerte es proteger a quien más quiero. Por eso quiero ser el mejor. Y de pronto, sin buscarla, encuentro a la persona. No lo piensas, simplemente lo sabes: Es distinta. Es ella. Sabías que era ella a quien buscabas, pero no sabías cómo era hasta que la tocaste, hasta que la sentiste. Hasta que su mirada fue capaz de atravesar la armadura y verte. Verte de verdad. Sientes que su calidez puede abrasarte el corazón con un soplo, que puede darte toda la fuerza que necesites, pero su mismo toque también puede arrebatártela sin dejar rastro. Y ahora que la encuentras, es necesario abandonarla porque quieres encontrar el mejor método para protegerla. Sabiendo que quizá cuando vuelvas, la hayas perdido para siempre. Como realmente ha sido.

Entonces, ¿porqué hacerse fuerte para proteger a la persona que más quieres, si ese camino te llevará a perderla?

Tantas veces nos encontramos con situaciones similares, que es imposible saber qué decisión tomar, cual es realmente la correcta. Y es que no hay una correcta, o no correcta. Las medias tintas nunca han sido buenas, y es que cada decisión luego tiene unas consecuencias que pueden ser infinitamente variables y distintas.

El problema es que ya decidí que nada podría hacerme cambiar de parecer en mi camino. La senda del guerrero es triste, pero es la única de momento. Por ello, como escuché en su día:

"Si el pasado es historia, y el futuro es un misterio, disfruta el ahora, pues es un regalo. Por eso se le llama presente."

A veces nos asaltan, nos rodean. Nos machacan. A veces todo es negro. A veces no podemos controlar las cosas, por mucho que procuremos tenerlo todo en nuestra mano.

A veces parece que no hay salida, que nuestros esfuerzos son vanos, que tropezaremos siempre en la misma piedra... y eso nos hunde. Nos hace creer equivocadamente que no hemos avanzado nada. Y caemos.

Pero entonces me recuerdo porqué sigo siempre hacia delante. Por qué vuelvo a levantarme con el alma desgarrada, con los músculos agarrotados, con el ánimo por los suelos.

Porque hay un cambio. Porque esos golpes tardaron más en derribarme que la última vez. Porque la próxima vez, tardarán más en hacerlo que esta. Y la siguiente, aún más que la anterior. Porque el ser humano es capaz de todo, y siempre vuelve a curarse.

Se fortalece y aprende.

Porque es muy fácil darse por vencido, y a mi me gusta lo difícil. Porque no hay reto en dejarse vencer, pero sí lo hay en errar y aprender del error. Porque es una lección que debe ser extendida, aprendida y jamás olvidada.

Porque, harto de mirar hacia atrás, hacia aquello que ha pasado y no volverá, hacia la calidez, hacia la comodidad, decidí mirar hacia el horizonte. Hacia la oscuridad, hacia lo frío, hacia lo inexplorado, abriendo paso para los que vinieran detrás.

Y es que los seres humanos crecemos persiguiendo la silueta de aquellos que consideramos grandes maestros, y a veces, sin darnos cuenta, nosotros mismos resultamos ser esa silueta que otros buscan.

Y cuando tienes esa responsabilidad, merecida o no, debes estar a la altura, ¿verdad?

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