Los servidores del culto shinto son numerosos, con diversos grados; las cifras estadísticas varían, pues hay fluctuaciones en ese personal y en sus grados; en 1964 se daba la cifra de 21.000 «sacerdotes». Su papel es servir y adorar a los Kami para que estos dioses protejan y guíen a los hombres, al pueblo y al emperador del Japón.
No actúan como guías espirituales o como directores o consejeros de conciencia, ni predican, sino que solamente celebran los servicios divinos.
Se les llama kannushi, con el sentido de un medium a través del cual habla el Kami, y que ahora es un término de cortesía; y también shinshoku, el que sirve al Kami. El grado más elevado es el de itsuki-no-miya, princesa consagrada al Kami, y que es una princesa virgen de la familia imperial, que sirve de medium y que reside en el templo de Isejingú.
El jefe de un templo es el gúji, cuyo cargo se transmite hereditariamente; en los templos importantes, bajo su autoridad hay subjefes y sacerdotes administradores, los negi; después vienen los shuten, los jóvenes shusshi, y las jóvenes miko, hay además otros servidores y músicos.
Hay mujeres que sirven de medium para su posesión por el Kami (takusen), quien dicta su voluntad a través de su boca. Las mujeres pueden ejercer funciones de culto; todos pueden casarse. Las miko son vírgenes que llevan una vida monacal bastante severa, ayudan a los sacerdotes, ejecutan ciertas danzas sagradas y sirven de secretarias en el templo. Prestan servicio entre cinco y diez años. La formación de los sacerdotes se hace en la universidad sintoísta central, Kokugakuim, o en un centro regional; los futuros sacerdotes deben seguir una serie de estudios y exámenes y después de su dedicación o nombramiento conservan sus funciones toda su vida. Viven en el recinto de los templos, pero pueden renunciar y volver al mundo.
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