El Shinto no tiene fundador, ni doctrinas; sin mandamientos ni preceptos, carece de organización y de ídolos. Podemos considerarla uno de los modos originarios que tienen los seres humanos de relacionarse con los númenes.
En el Shinto cada persona experimenta y siente a su modo el Misterio y no trata de utilizar el lenguaje para forzar a otros a ver el mundo de otra manera. “Animismo naturalista” y “culto a los antepasados” son categorías procedentes de la historia de las religiones que podemos manejar, sin aferrarnos a ellas en demasía, para comenzar a entender esta forma de fe.
Pongamos un ejemplo práctico y sencillo, en Galicia, en pleno siglo XXI convive con la aparente modernidad de la civilización actual el animismo pétreo, esto es un culto megalítico que aparece mezclado en Galicia con el culto a la muerto o a los muertos desde sus comienzos, y los monumentos megalíticos fueron a su vez tumbas, aunque muchas de ellas no fuesen creadas con tal fin pero si fueron luego re-utilizadas…
Ahora, la semejanza es curiosa, en Japón, a miles de Kilómetros, se identifican los lugares sagrados con un Tori, Un torī (en japonés 鳥居) es un arco tradicional japonés que suele encontrarse a la entrada de los santuarios Shinto (Jinja), marcando la frontera entre el espacio profano y el sagrado. Consisten de dos columnas sobre las que se sustentan dos travesaños paralelos, frecuentemente coloreados de tonalidades rojas o bermellonas. Algunos poseen tablas escritas montadas entre las barras horizontales. Tradicionalmente, los torī son de madera o piedra.
Así mismo, Los creyentes respetan a los animales como mensajeros de los dioses. Es por esto que un par de estatuas “koma-inu” (perros protectores) de piedra, se encuentran siempre en el santuario.
El Shinto, como veis no muestra el camino a la salvación ni tampoco cataloga el pecado. Es, por tanto una “religión” sin culpa. Las enseñanzas en el Shinto vienen desde lo invisible, no a traves de otros seres humanos que predican la palabra sagrada o dicen ser los guardianes de esta.
La Naturaleza, sus secretos y todo lo que deriva de ella constituyen parte de su objeto, esta muy presente tanto el ritual como el mito y el folklore, siempre a través de la gratitud que ofrecemos a lo que nos rodea y nos da la vida (nuestro contexto, nuestro terruño…)
El Shinto afirma la vida, la búsqueda de la felicidad y la pluralidad de opiniones y modos de actuar.
Para el Shinto vivir en el mundo es una experiencia positiva. No puede denegarse, no obstante –y aquí entramos en sus aspectos esotéricos–, la existencia ni la importancia del Mundo Invisible.
El Shinto busca purificar almas y cuerpos para entrar en contacto directo con los kami. ¿Pero qué son los kami?
Aunque la palabra se suele traducir a veces como “dios” o “deidad“, los estudiantes de Shinto apuntan a que dicha traducción podría producir una grave equivocación del término (Ono).
En algunos casos, como en Izanagi e Izanami, los kami pueden ser deidades personificadas, similares a los dioses de la Grecia Antigua o de la Roma Antigua. En otros casos, como el fenómeno de crecimiento, objetos naturales, los espíritus que habitan los árboles o las fuerzas de la naturaleza, entender la palabra kami como “dios” o “deidad” da lugar a una mala interpretación.
En su uso en el shintoísmo, la palabra es un honor para los espíritus sagrados y nobles que implica un sentimiento de adoración por sus virtudes y autoridad. Ya que todos los seres tienen dichos espíritus, los humanos, como el resto de seres, pueden ser considerados kami o serlo potencialmente. De cualquier manera, debido a que los japoneses nunca usan un título honorífico para referirse a sí mismo o a un grupo al que pertenecen, no es muy frecuente que un humano normal sea referido como un kami.
En Japón hay dos rocas que representan la unión del agua y la tierra. De ellas, la mayor representa a Izanagi y la más pequeña a Izanami, y están unidas por un lazo sagrado (shimenawa).
En conclusión, Los kami tienen gustos propios, similares a los humanos, y se deleitan con la poesía, la danza y la música, al tiempo que rechazan la muerte y el derramamiento de sangre, lo que viene a ser la impureza (kegare).
A los kami se les rinde culto en lugares sagrados, y tal vez esos lugares no sean los templos y quizás puedan ser un bosque, un río, una playa, una isla o una montaña…
A este lado, puedo asentir con más pena que gloria que los templos no se han edificado para encerrar a Dios, sino para encerrar a los fieles.
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