Los Tengu, seres mitológicos, mitad pájaros y mitad humanos, dominan las sutilezas de la antigua filosofía china y en su lenguaje -incomprensible para los no iniciados- le comunican la sabiduría del Ultimo Principio. Este Principio no es más que la sinceridad del Corazón que se revela a sí misma en el Arte del Sable.
En su interesante artículo sobre los Karasu Tengu, De Visser afirma: “Creo que, mucho antes de la introducción del Budismo en Japón, existía un demonio original que vivía en las montañas y en los bosques y que tenía la forma de un pájaro”. Más tarde este demonio habría sido identificado por los monjes budistas con Garuda, el pájaro sobrenatural de la India.
Es posible que, al crear la orden del Shugendo, el taumaturgo En-no-Gyoja haya adoptado las creencias de las regiones montañosas -incorporando a sus actos de magia y sus autos de fé, en los que se representaba el Gigaku, la mitología de los Tengu.
También es posible que este mito fuera utilizado como defensa de los santuarios contra la aparición de otras sectas que buscaban establecerse en las mismas regiones aisladas. Por todas estas consideraciones:
El Señor Higashibaba, que tenía más de noventa años, ya fallcido, vivió toda su vida en las lomas de Musahsi Mitake; me contó que, en los bosques de este antiguo monte sagrado, todavía podían verse Tengu cuando él era un niño.
Aparentemente, asediaban los grandes árboles de criptomeria que, durante aquellos años, abundaban en las montañas. En realidad parecían ser los guardianes de esos árboles.
Según su opinión, una de las razones por las que no existen más Tengu en los bosques, es porque, recientemente, fueron cruelmente cortados.
Nos encontramos aquí con el entrecruzamiento de dos tradiciones que han buscado complementarse a través de los siglos, la del Budismo Esotérico y, la de los cultos chamánicos prebudistas, asimilados más tarde por el sincretismo de las órdenes de ascetas o ubasoku.
El pájaro simboliza el vuelo, el sueño o el viaje a un territorio misterioso. En términos antropológicos el chamanismo propone una forma de éxtasis que consiste en visitar un territorio sagrado u otra forma de identidad, derivada, en la mayoría de los casos, del culto totémico.
Mientras que el chamán viaja en el éxtasis y logra su estado de transe después de terribles austeridades, el monje budista rechaza cualquier forma de hierofanía. Por el contrario, su práctica de la concentración permanente es similar al énstasis(17) del Yoga y lo provee con una percepción ajustada a lo real.
El sincretismo de los Yamabushi parece haber combinado estos polos -aparentemente contradictorios- de las protorreligiones chamánicas, ricas en representaciones zoomórficas, con las prácticas más abstractas del esoterismo budista. La figura de Kuniyoshi: Kidomaru, es un excelente ejemplo de esta combinación de elementos simbólicos extraídos del culto de Amida y Fudo Myo -Budismo Esotérico- con la magia totémica prebudista.
El título de la obra: Aprendiendo magia con los Tengu parece explicar el sentido de la relación con estos seres, pertenecientes a un mundo extraño al budismo.
Las órdenes de Yamabushi que aún practican estos cultos ancestrales han resumido su entrenamiento en una serie de austeridades y ritos.
En un antiguo tratado el Shugen Hiosho,(raro que las actuales escuelas pseudo ninja), no hablen de el, ya que fue compilado en 1215, aparece una descripción de algunos de ellos:
“Primero viene el rito del infierno: pesar el propio karma.
Segundo, el rito de los fantasmas hambrientos:el ayuno.
Tercero, el rito de las bestias, abstenerse de agua.
Cuarto, el rito de los titanes, la lucha.
Quinto, el rito del hombre; el arrepentimiento.
Sexto, el rito de los Dioses, la Danza de la Larga Vida.”
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